Traición

“¡Amigo mío, hasta tú me has ofendido! Tú, que eres igual que yo, tú, que eres como mi hermano, y que ibas conmigo al templo. Si otro me hubiera insultado, lo podría soportar; si otro me hubiera humillado, podría esconderme de él.”
Salmos 55:12 TLA

Las personas que provocan las heridas más profundas son las más cercanas, como la familia y los amigos más íntimos. La mayoría de nosotros ha sido traicionado en algún momento, ya sea por amigos, compañeros de trabajo o familia o por aún por tu esposo o tu esposa.

Hace unos años me enfrenté a una traición dolorosa y eso me recordó a SALMOS 41:9 donde podemos leer una profecía de la traición a Cristo que dice así “Hasta mi mejor amigo, en quien yo más confiaba, y con quien compartía mi pan, se ha puesto en contra mía”.

En medio de tanto dolor y decepción ante la deslealtad de un ser querido podemos sentir deseos de venganza y podemos olvidar por momentos que Dios aún tiene el control de toda situación ya que nada pasa sin que Él antes lo permita para el bien de quienes le amamos.

Cuando nos traicionan, a veces cerramos nuestro corazón y no queremos perdonar a quien ha provocado esa herida tan grande.

En un mundo ideal, sería excelente que el perdón esté precedido por el arrepentimiento del ofensor, sin embargo, no sucede la mayoría de veces así.

El perdonar es ceder nuestro derecho de venganza y ejemplo supremo tenemos de quien nos ha perdonado tan grande deuda que estuvo dispuesto no solo a ceder su derecho de venganza, sino a dar su vida para que pudiéramos tener una relación íntima con Dios. Y si Jesús sufrió una traición ¿qué nos hace pensar que nosotros estaremos exentos?

Veamos las circunstancias desde una perspectiva divina, y recordemos que, aunque nuestro o padre o madre nos dejaren, con todo, El Señor nos recogerá.

Con amor...
Martha Martínez