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“Usando la razón para creer en Dios”

Edición N. 4

¿Realmente existe un libre albedrío?



Si Dios ha resuelto nuestros destinos desde la eternidad, esto sugiere forzosamente que nuestras elecciones libres no son sino crucigramas o juegos vanos en una comedia predeterminada. Es como si Dios escribiera un guion detallado y nosotros solo lo estuviésemos llevando en la puesta en escena. Para comentar esta situación en primer lugar, tomamos en cuenta la definición más popular de libre albedrío que dice:“El libre albedrio es la capacidad de hacer elecciones sin ningún prejuicio, inclinación o disposición previa”.
Supuestamente, esto resulta muy atractivo. No existen elementos dominantes, ya sea internos o externos, que se hallen presentes, sin embargo, observo dos problemas:

  • Por una parte, si hacemos nuestras elecciones estrictamente desde una posición neutral, sin inclinación previa, entonces haremos las elecciones sin razón alguna. Si no tenemos razón alguna para nuestras elecciones, o si nuestras elecciones son completamente espontáneas, entonces nuestras elecciones no tendrán significado moral. Si una elección surge simplemente porque sí, como decimos “sin ton ni son”, entonces no puede ser juzgada buena o mala. Cuando Dios evalúa nuestras elecciones, Él está interesado en nuestros motivos.
  • El segundo problema que esta popular idea afronta no es tanto moral como racional. Si no existe una inclinación, deseo o tendencia previa, ni motivación o razón para una elección, ¿cómo puede hacerse una elección? Si la voluntad es totalmente neutral, ¿por qué habría de escoger la derecha o la izquierda?
    Debemos rechazar la teoría de la voluntad neutral no sólo por ser irracional, sino porque es tajantemente anti bíblica.

Varios pensadores cristianos nos han dado importantes definiciones sobre el libre albedrío. Uno de ellos fue el famoso teólogo del siglo XVII Jonathan Edwards, en su obra clásica On the Freedom of the Will (Sobre la Libertad de la Voluntad) define la voluntad como “la mente escogiendo”.
Según Edwards, “un ser humano no sólo es libre para escoger lo que desee, sino que debe escoger lo que desee, para ser capaz de escoger en absoluto”.
Esto significa que toda elección es libre y toda elección está determinada. Parece una contradicción decir que toda elección es libre y, sin embargo, que al mismo tiempo esté determinada, pero determinada no significa que algún agente externo fuerce la voluntad, por o el contrario, se refiere a nuestra motivación o deseo interno.
Antes de poder hacer elecciones morales, debemos tener primero alguna idea de que es lo que estamos escogiendo. Nuestra selección se basa entonces sobre lo que la mente aprueba o rechaza. Nuestro entendimiento de los valores juega un papel crucial en nuestras decisiones.

En conclusión, puedo determinar que nuestras elecciones están determinadas por nuestros deseos y continúan siendo nuestras elecciones porque están motivadas por nuestros propios deseos. Esto es lo que se conoce como autodeterminación, que es la esencia del libre albedrío.

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